viernes, 14 de agosto de 2009

Siendo un ave (parte III)...

Una vez despierto, ya sin ataduras, con el brillo de sus ojos reflejado en el cielo y cualquier indicio de tormenta lejos de su alcance, comenzó a caminar sobre sus pies, descalzos y tímidos ante la firmeza del suelo que tanto tiempo habían anhelado volver a pisar. Paso tras paso, hueya tras hueya, el pequeño gnomo fue dejando su rastro a cualquier depredador que se atreviera a seguirlo.

La afilada daga seguía en sus manos, fría como el hielo de las mas altas montañas, pero a su vez cálida y confortable como el propio sueño que se reflejaba en ella. 

Su conciencia volvía poco a poco. Poco a poco Kracht iba recordando el lugar en el que estaba; antes ya había estado ahi, El Bosque de Northendel era el hogar de miles de extraordinarias criaturas terrestres tanto como de seres voladores que adornaban el aire con sus cantos de mil voces y sus cuerpos de mil colores, árboles y arbustos que cerraban poco a poco el sendero en el que el atolondrado gnomo había estado tendido tantos dias, y una variedad exquisita de plantas frutales y flores comestibles que en pocos reinos se podían encontrar.

Pero el explorador no sentía hambre esta vez, no como en noches anteriores cuando aún yacía en el cesped, esta vez sus necesidades cambiaron, el cansancio se convirtió en ánimo, el miedo se convirtió en excitación y, conforme sus recuerdos volvían a su mente, cualquier necesidad física se convertía en intriga, ¿Quién lo habia desatado?, ¿De quién fue la voz que escucho poco antes de volver a su cuerpo?, ¿Qué era y que significaba el arma que empuñaba y que hacía que una sensacion de poder recorriera desde la punta de sus dedos hasta lo mas alto de su frente?.

Una vez adentrado en el bosque, Kracht decidió volver la vista atrás, guardar la daga en el cinturón que aun sujetaba sus viejos y raídos pantalones, y hablar en voz alta para agradecer a aquel amable ser que le salvó de su tormento, que lo sacó de su castigo provocado por la envidia de sus enemigos.

- Gracias... - Dijo el gnomo al viento con su áspera voz, que corrio por su garganta en un rugido como el que emite un instrumento musical despues de haber estado arrumbado mucho tiempo, seguro de que su redentor le escucharía. - has salvado mi vida.

El viento comenzó a soplar cada vez mas fuerte, y a sus oídos llegaron palabras, apenas perceptibles para un oido poco entrenado, pero muy claras para un explorador experimentado como él "Estás perdonado...", y de nuevo el gnomo sintió como sus pies se levantaban del suelo, vió su cuerpo, aún tendido en el cesped, amortajado en sus ropajes rotos rodeados por una larga cuerda. 

Y, siendo un ave... Voló...

FIN.

- Kracht Van Wijsheid. - 

2 comentarios:

  1. de acuerdo, es bellìsimo y trasluce todo lo que eres y buscas. creo que ya lo sientes: la libertad de volar lobo, de correr contra el viento y ganarle la fuerza a base de autocontrol, de sentirte armado de valor, de dejar que otros contribuyan a tu bienestar y a el poder de alcanzar los cielos para depositar tu corazòn en el risco màs alto y volver a mirar hacia el horizonte.

    la gata roja

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