lunes, 4 de enero de 2010

CAPITULO I: La llegada

Nisiquiera el oido mejor entrenado en el silencio absoluto y negro de la media noche le hubiera escuchado escalando las ardientes rocas, ni el mas experto rastreador hubiera podido seguir sus huellas casi invisibles. Con un último esfuerzo llegó a la cima, se puso en pie y cubrió sus ojos, no era solo el sol de invierno, cercano al medio dia, sino tambien el abrasador brillo de su reflejo en la arena lo que le irritaba la visión ya nublada por el cansancio.

Se detuvo un momento a para relajarse, disfrutando de la perspectiva que le brindaban sus ojos, de color miel, ahora mas tranquilos con la luz. Desde la punta de la piedra mas alta de Ixtla podia observar, a sus espaldas, su territorio, los dominios sagrados de su manada, una cálida y verde llanura que se extendía hasta el horizonte; y frente a él, el desierto, tranquilo y vacío excepto por el pequeño poblado que se alcanzaba a ver a unos cuantos kilómetros de distancia y algunos caminos marcados para llegar hasta ahí, pero Kracht no necesitaba de caminos para llegar a ese lugar, su recorrido estaba marcado por el paso de los días desde que había terminado el verano.

No debía permitir que nadie lo viera llegar, no debía permitir que siguieran sus pasos, porque las personas del pueblo no debían saber que él no pertenecía ahi, y su manada le castigaría de saber que se había alejado tanto.

Pero él iba por una razón; el último día de verano de ese año había visto caminando cerca de sus territorios a una familia -así es como en el pueblo les llaman a las manadas humanas- y los había seguido solo por precaución, pero conforme se acercaba a ellos pudo notar, entre los cinco humanos, a uno en específico, no tan alto como los mayores ni tan pequeño como los mas curiosos, y casi pudo haber sabido que era una hembra, por su cabello largo, su cuerpo curveado y fragil, y su rostro; cuan perfecto y hermoso era su rostro que penetraba hacia la memoria de Kracht por cada uno de sus sentidos lupinos. Así, ese día, sin poder apartar la mirada de tan hermosa criatura, siguió a los excursionistas hasta ese lugar al que llaman casa, y cada día, al medio dia, Kracht abandona su figura canina y camina sobre sus dos patas traseras hasta el pueblo sin ser detectado.

Y ese día no sería la excepción, por casi ya un par de meses había estudiado el idioma de los humanos, sus costumbres y sus territorios.

Emprendió de nuevo su marcha, sin ruidos y sin rastros, por la cálida arena que se sentía suave al rozar de sus pies. Siguió acercándose, veía carretas, tiradas por caballos -otro magnífico animal-, pasar por los caminos de entrada y salida a la aldea -¿por que el humano necesita tanto de los otros animales?¿no puede hacer las cosas con lo que la madre naturaleza le ha brindado en tan soberbio cuerpo?- Pero sus pensamientos debían estar centrados en su meta, no podía revelar su llegada.

Por fin, cuando el astro mayor anunciaba el medio día, llegó, y ella estaba ahí, sentada en una roca pequeña, haciendo lo que siempre hacía, departir hilarante con otras miembros de su raza, esperando el llamado de su manada -hora de comer- que para ella era como el aullido que proclamaba volver a casa.



.... Kracht

2 comentarios:

  1. me gusto we...esta chido...sin envargo el nombre del "superheroe" = Kracht no me gusto, se me hiso un poco gringo y asi, y aparte eres puto!!! :)

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  2. me encantò el relato kracht, ciertamente los humanos tienen el hàbito de hermanarse tambièn como ustedes, pero tambièn asimismo, surge, se eleva entre todos alguno que llama la atenciòn de otro de distinta especie pero igual esencia.
    somos alimento del alma.
    t quiere y admira
    la gata roja

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